#2 El Viaje Personal que Definió mi Vocación
Septiembre, época de comienzos, reflexiono sobre mi camino como psicólogo, y comparto un relato más personal sobre qué definió mi vocación.
Querido/o lector/a,
Hoy me siento a escribirte desde un lugar especial.
Y no me refiero a la acogedora cafetería desde donde te escribo, sino un lugar personal. Uno que a menudo queda fuera de mis reflexiones públicas. Me detengo a escribirte algo que, si bien siempre ha estado presente en mi camino, rara vez comparto de manera tan íntima.
Quiero contarte cómo llegué a elegir la psicología como mi camino profesional. Una decisión que no surgió de forma racional ni planificada, sino como parte de un proceso mucho más profundo y personal.
Me encuentro en vías de renovar mi página web, lo cual me empuja a revisar mi carrera profesional y reflexionar acerca de la identidad profesional construida durante este tiempo. Un camino que inicié hace ahora 20 años.
Recuerdo que, justo después de terminar la selectividad, me encontraba en ese momento en el que uno siente que tiene que escoger qué hacer “para el resto de su vida”, sin tener del todo claro qué implicaciones tendrá esa decisión, e ignorando que realmente nada en la vida, es inmutable. No fue hasta el momento que tuve que rellenar la inscripción que el velo cayó en mis pensamientos, revelando con claridad la elección.
Sin ser plenamente consciente, ya llevaba tiempo recibiendo señales. Desde niño siempre tuve una tremenda curiosidad por comprender el porqué de las cosas, lo que me llevaba a devorar todo tipo de lecturas. Desde aquí le agradezco a una profesora de mi instituto, que impartía una maravillosa síntesis de la psicología, en una asignatura optativa. Ella, como un verdadero maestro, dejó una huella en mí al estimular esa curiosidad. Comencé a leer La interpretación de los sueños de Freud —aunque no conseguí “interpretar” hasta años más tarde— después de explicarnos los procesos inconscientes y los mecanismos de defensa; profundizamos en las funciones psicológicas de las áreas del cerebro, como las emociones o el lenguaje; abordamos el aprendizaje y condicionamiento humano, complementado con el visionado de La Naranja Mecánica de Kubrik.
En la infancia, mientras otros niños querían ser futbolistas, astronautas o policías, mis intereses estaban ya en el área salud —en un comienzo quería ser veterinario, por mi amor hacia los animales—. Siempre tuve una capacidad natural para conectar con los demás, empatizar con sus vivencias y ver más allá de lo que decían las palabras. Desde muy joven, las personas se acercaban a mí para compartir sus historias, preocupaciones, o buscar un consejo. A menudo me decían que les hacía sentir escuchados de una manera que no encontraban en otras personas.
Incluso hoy, siendo psicólogo me sigue sorprendiendo cuando algún desconocido en una cafetería o en la calle, se abren ante mí sin saber quién soy ni a qué me dedico. Como si se permitieran abrirse al sentir una simple mirada. Eso me fue guiando involuntariamente hacia esta profesión: un don de acompañar a otros en sus momentos más difíciles, ayudándoles a encontrar luz en medio de la confusión de sus sombras. La mano que se sumerge en el agua y rescata al náufrago.
Ya finalizando la carrera, me di cuenta de algo más profundo —que quizá pueda resonar contigo—. Todos, en algún momento de la vida, buscamos respuestas. Queremos entendernos mejor; vencer dificultades y preocupaciones; superar bloqueos que parecen repetirse una y otra vez; dejar de sufrir por el pasado; queremos crecer, desarrollar nuestro potencial, deseamos alcanzar una versión más auténtica de nosotros mismos. Sin embargo, eso implica enfrentar nuestras propias sombras, esos fragmentos de nosotros que evitamos porque nos atemorizan, nos avergüenzan, nos incomodan… pero que, son esenciales para esa transformación.
Te confieso un secreto: ¿qué hay detrás de la elección de este camino para gran parte de los terapeutas?
Nosotros también cargamos nuestras propias heridas. Justamente ese dolor y la manera que aprendemos a adaptarnos a nuestro mundo, nos guía inconscientemente a elegir esta profesión. En nuestra fragilidad encontramos el recurso más poderoso: una fuente de comprensión y conexión más profunda con el Otro. Después de años de formación práctica y clínica, y el propio trabajo personal, permite que el sufrimiento ajeno resuene en nosotros, en aquellas partes que hemos logrado comprender, y aprendido a manejar —o aceptar—. Nada humano nos es ajeno.
El arquetipo del sanador herido, representa el poder del vínculo terapéutico, más allá de cualquier técnica y teoría: la herida del paciente, toca nuestras propias heridas transformadas, creando un espacio donde ambos compartimos algo más profundo.
Carl Gustav Jung entendió, mucho antes que otros, que la verdadera sanación surge cuando terapeuta y paciente se conectan desde esa experiencia personal, haciendo de ese encuentro un acto de transformación mutua.
Me preguntan con frecuencia, qué es lo que me motiva de una difícil profesión, con semejante carga emocional: es precisamente esa posibilidad de transformar el dolor en crecimiento. No se trata solo de aliviar el malestar, sino de acompañar durante el proceso de aprendizaje, ayudando a navegar y comprender las dificultades, y orientando en la reconstrucción personal. Y creo la vocación conecta profundamente con lo que muchas personas buscan: superar limitaciones y patrones disfuncionales, y finalmente, vivir de una manera más plena y auténtica.
Sé que, como yo, muchas personas que me leen, sienten esa necesidad de entenderse mejor, de encontrar respuestas, de sanar heridas. El proceso no es fácil, pero si algo me ha enseñado dos décadas estudiando psicología, es que no necesitamos respuestas inmediatas ni soluciones rápidas, sino el valor para hacernos las preguntas adecuadas y, poco a poco, construir nuestras propias respuestas.
En todas las casas cuecen habas. Quizá, has sentido esa necesidad de entender lo que te mueve por dentro, para lograr mayor control en tus pensamientos y emociones, o transformar ciertos patrones para tener más paz mental. Quizá, ya te has visto enfrentando tus sombras y no has sabido cómo avanzar. Todos tenemos un trabajo personal pendiente; en algún momento nos enfrentamos a nuestras propias dificultades, y todos, con paciencia e implicación, trabajando con la guía adecuada, podemos encontrar el camino hacia una versión más libre y auténtica de nosotros mismos.
No estás sola/o. Con afecto,
Hugo
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Estas son mis “Notas personales”, una sección dentro de Dinámica Mente, donde cada mes, me aparto de los tecnicismos y la ciencia, para escribir de manera más personal y cercana.
Aquí, comparto mis pensamientos con un toque más humano, celebrando el placer por escribir. Mi intención es que este espacio sea un diálogo más cercano entre nosotros, espero que mis palabras no solo reflejen experiencias y reflexiones, también que nos acerque de una forma más genuina.
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Qué profundo, Hugo! La verdad, he empatizado enseguida con tus palabras, tu historia, tu mirada... Y qué curioso 💜, yo también creía que iba a ser veterinaria en mi infancia y he terminado en psicología. 🌱
Un post muy bonito ❤