La Intimidad Humana: Conectados más allá de las Palabras
Comprende nuestro circuito de intercambio afectivo y la necesidad humana de intimidad, para saber cómo fortalecer tus vínculos más significativos.
«Al entrar por la puerta de la cafetería, se me hiela el cuerpo.
Por un segundo, mientras busco con la mirada entre las mesas, me doy cuenta de que lo que llevo en el cuerpo no son nervios: es inquietud.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. No he parado de pensar en cómo sería este reencuentro, cómo va a reaccionar, cómo voy a reaccionar yo…
Al verme, abre mucho los ojos, se levanta de golpe, y una sonrisa le ilumina la cara.
Me abraza; no recuerdo que me haya abrazado así antes. Iba a decir algo, el corazón me atenaza el estómago y me deja sin palabras. Me dejo llevar, me dejo estar. No recuerdo haber abrazado así antes.
Al separarnos, rehúye mi mirada: sus ojos están húmedos. Los míos se empapan como el reflejo de unas gotas en un espejo… me ha echado de menos, y yo también. Lo sé ahora. Siento su entusiasmo en mi pecho a pesar del abatimiento pasado. Pasado que se relativiza a los pocos minutos: la complicidad de las miradas, anticiparnos a lo que dice el otro, la risa… me invade una gran alegría.
Conectados de nuevo.»
La corriente invisible entre dos personas
De alguna forma, dentro de los vínculos más importantes, estamos conectados como un circuito eléctrico.
Captamos que la conexión está abierta o cerrada, si sentimos el “flujo de la corriente”. No es algo fácil de poner en palabras, ni razonar qué ocurre: simplemente lo sentimos.
Somos permeables a esa corriente emocional mutua, siendo capaces de leer automáticamente gestos posturales, expresiones faciales, tono y ritmo más allá de las palabras, captamos al Otro y sabemos que “algo” ocurre.
Buscamos conocer la respuesta emocional, porque permite completar ese circuito de intercambio afectivo. En nuestro cuerpo, las emociones son como un medidor de corriente. Una brújula que señala la dirección, en una geografía llamada relación.
Los gestos de ternura, el placer en el reencuentro, la complicidad en las miradas, la alegría por la alegría del otro, el abatimiento mutuo por la tristeza, el encuentro sexual pleno… hasta el chiste malo que encuentra la risa del oyente, solo es posible si ambos comparten un mismo estado afectivo.
Según el psicoanálisis relacional, algunos de nuestros estados emocionales sólo existen en la intersubjetividad, el espacio psicológico compartido que emerge entre dos individuos en relación.
Descifrando la conexión humana
El impulso innato hacia la vinculación humana es tan fundamental, que nuestro cerebro, desde el nacimiento, se adapta para reaccionar y procesar patrones emocionales y comportamentales de los demás.
Esta adaptación revela que estamos intrínsecamente destinados a funcionar socialmente, incluso antes de poder expresarnos verbalmente.
Diversas áreas del cerebro —especialmente el sistema límbico y otras regiones del hemisferio derecho—, desempeñan un papel crucial en la formación de patrones relacionales. Estos influyen de manera significativa en cómo interpretamos e interactuamos con los demás.
Se trata de un conocimiento implícito relacional, que se almacena en una memoria que no registra palabras o imágenes, sino afectos y acciones.
Este proceso subyacente subraya la complejidad de las conexiones humanas, y cómo nuestra biología nos impulsa a buscar y mantener relaciones significativas, desde el nacimiento hasta perecer.
La necesidad de intimidad
Desde niños, necesitamos que otros validen nuestro mundo interno, como un espejo de nuestra existencia.
Sentimos bienestar al compartir un espacio psicológico, y sufrimos al sentirnos desconectados. Cuando percibimos un desencuentro con nuestros seres queridos, buscamos reconectar con ellos.
Existe, por lo tanto, una necesidad de intimidad, entendida como la búsqueda de experimentar esos estados emocionales compartidos. La intimidad nos permite sintonizar con aquellos que forman parte de nuestro universo emocional.
Esto es diferente de la empatía, porque esta no requiere que la persona con la que nos comunicamos, experimente un sentimiento de la misma forma. La búsqueda de intimidad se distingue claramente, ya que no se limita a comprender los sentimientos de los demás, sino la anhelada experiencia compartida.
Desconexión de la intimidad
La falta de intimidad o el sentimiento de “no estar” en el mismo espacio mental, produce malestar psicológico.
Es distinto de la soledad por la ausencia, puesto que se sufre independientemente que haya presencia física: lo central es que se encuentra “psicológicamente en otro lugar”.
Esta desconexión puede surgir en una crisis, un conflicto, o un desencuentro. Por ejemplo, alguien que discute con su pareja, al acostarse en la cama, puede sentirse profundamente solo. A su lado hay alguien que “no está”; sus emociones ya no le alcanzan.
Frases como “no te reconozco” o “no nos entendemos” reflejan la falta de esa resonancia emocional. La sensación de no existir en la mente del Otro como desearíamos.
Cuando la rabia se intensifica, destruye el deseo de intimidad. Si el malestar es muy intenso, a veces se prefiere terminar la relación o alejarse para evitar más dolor.
Conclusión
Nuestro lado emocional, una compleja red distribuida por todo el cuerpo, desempeña un papel fundamental en nuestra comprensión de nosotros mismos y de las relaciones más significativas.
A diferencia de la racionalidad pura, aporta un conocimiento intuitivo y visceral que no siempre puede articularse en palabras. Las emociones actúan como un barómetro interno, proporcionando indicadores para la interpretación y conexión con nuestras relaciones.
Es fundamental comprender que la mente se edifica dentro de las conexiones humanas, y que el papel principal de las emociones, es capacitarnos para navegar en el laberinto de las relaciones, desbloqueando la capacidad de nutrirnos en los espacios psicológicos de los vínculos más importantes de nuestras vidas.
“Somos seres relacionales, portadores de un conocimiento visceral guiado por las emociones. Esa brújula nos permite conectar profundamente en la intimidad, satisfaciendo así nuestra innata necesidad de conexiones significativas y enriquecedoras.”
Recursos para fortalecer los vínculos
Después de estar absorbidos por nuestras vidas a lo largo del año, si algo resume estas fechas, son los reencuentros. Existen tantas maneras de potenciar esa intimidad o espacio emocional compartido, como historias particulares con una persona. Aquí ofrezco algunas ideas:
Dedicar tiempo de calidad juntos, participando en actividades compartidas o simplemente disfrutando de la compañía mutua, ayuda a fortalecer el vínculo.
Generalmente, una forma sencilla de reconectar los lazos, es compartir una actividad que implique una interacción cercana. Por ejemplo, ayudar a un familiar en una tarea, planificar un evento con un amigo, una escapada con la pareja, etc. El bienestar viene de ese “estar juntos”, no tanto de la actividad. Por. ej. el placer de una tarde de “peli-y-manta” con alguien, reside en la intimidad del visionado compartido, no tanto en la película en sí.Otra manera, es buscar compartir el mismo estado emocional, como cuando escuchamos un triste acontecimiento y nos contagia, brindando nuestro apoyo, o cuando compartimos y festejamos una buena noticia. Mostrar apoyo y comprensión en diferentes situaciones, tanto en los momentos buenos como en los difíciles, es vital para construir confianza y seguridad en la relación. Resolver conflictos de manera constructiva, buscando soluciones que beneficien a ambas partes, evita resentimientos y malentendidos.
Para potenciar la intimidad en cualquier relación interpersonal, es esencial adoptar ciertas prácticas y actitudes. Una comunicación abierta y honesta al compartir sentimientos, pensamientos y experiencias fomenta una mayor comprensión mutua. La escucha activa, donde se presta atención no solo a las palabras, sino también a las emociones del otro. El respeto mutuo hacia las opiniones, decisiones y espacio personal del otro es fundamental para mantener una relación saludable.
Un último truco: crear y mantener pequeños rituales o tradiciones fortalece la conexión en ese espacio emocional compartido, aportando a la relación un sentido único y especial. En el fondo, la Navidad tiene mucho de esto, más allá de los compromisos o como celebración cultural.
Estos puntos, practicados con consistencia y cuidado, profundizan la intimidad en cualquier relación interpersonal.
Te deseo un buen fin de semana, un abrazo,