Por qué la Salud Mental está Empeorando Actualmente
En un mundo donde la tecnología y la modernización nos prometen una vida mejor, la salud mental está empeorando. Analizamos qué factores pueden estar influyendo, para poder fortalecer nuestra mente.
Cada día, Marcos despierta con la sensación de que algo anda mal. Su alarma suena, marcando el inicio de otro día idéntico. Se levanta cansado, tras una noche de insomnio, viendo reels en Instagram. No tiene tiempo para un desayuno decente y suele optar por algo rápido, acompañado de mucho café.
El camino al trabajo, cruzando la ciudad en pleno ajetreo, es el preludio de un día estresante, antes de atarse a la silla durante horas, casi sin descanso. Cada correo y cada llamada son recordatorios de una presión constante. Almuerza comida rápida en el bar cerca de su trabajo o en el McDonald's, recordándole que debería ir al gimnasio, una membresía que ha estado pagando sin utilizar durante meses.
Al final de la tarde, llega a casa fatigado, sin ganas de hacer nada. Se conecta a redes sociales para distraerse, aunque frecuentemente, la comparación con los demás lo deja sintiéndose peor y más desconectado.
Marcos no es el único; esta rutina refleja una realidad más amplia. La modernidad parece prometer hacer nuestras vidas mejores y más fáciles, pero trae consigo una carga invisible sobre nuestra salud mental.
El aumento en problemas de salud mental, particularmente la depresión, se ha convertido en una epidemia silenciosa que ensombrece todo avance.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que aproximadamente el 5% de la población mundial sufre de depresión —aproximadamente 405 millones de personas—, y los trastornos de ansiedad afectan a cerca de 301 millones de personas. Estos números reflejan una crisis global de salud mental que parece empeorar cada año.1
¿Estamos realmente progresando, si nuestra salud está retrocediendo?
Esto no es una queja; es una pregunta profunda que desafía nuestra percepción del progreso y avance de nuestra sociedad.

La paradoja del progreso y el declive de nuestro bienestar
Hace unos años leí una impactante investigación que me influyó profundamente en mi forma de entender los problemas de salud y encarar mis propios hábitos.
Según dicho estudio de revisión exhaustiva, la modernización se correlaciona fuertemente con tasas más altas de depresión.2 La prevalencia de la depresión ha ido en aumento constante, especialmente en sociedades urbanizadas e industrializadas.
Las estadísticas son desalentadoras: las generaciones más jóvenes enfrentan un mayor riesgo de por vida y un inicio más temprano de la depresión en comparación con sus predecesores.
Esta paradoja de abundancia y desesperación exige una comprensión más profunda.
Nuestros entornos han cambiado drásticamente en el último siglo, volviéndose más competitivos, socialmente aislantes y físicamente insalubres. A pesar de los avances tecnológicos y la mejora en los niveles de vida, estos cambios no se han traducido en una mejor salud mental.
En cambio, han allanado el camino para enfermedades crónicas y un estilo de vida que está cada vez más desincronizado con nuestras necesidades evolutivas ².
La desconexión evolutiva y su impacto en la salud mental
Las raíces de este malestar moderno son polifacéticas. Pero uno de los denominadores comunes es la “desconexión evolutiva”: la disparidad entre los entornos en los que evolucionamos para prosperar y los que habitamos hoy.
Nuestros antepasados llevaban vidas activas y socialmente conectadas, mientras que el estilo de vida actual es en gran parte sedentario y aislado. Además, ha habido grandes cambios en aquellos hábitos que influyen directamente en nuestra fisiología.
Alimentación y obesidad
La dieta típica occidental, rica en alimentos procesados y carbohidratos, y baja en nutrientes esenciales, agrava el problema. Los estudios indican que una dieta deficiente no solo afecta la salud física, sino que también tiene un profundo impacto en el bienestar mental, contribuyendo a la depresión3.
Los alimentos ultraprocesados que llenan las estanterías de los mercados privan de los nutrientes necesarios para el funcionamiento óptimo del cerebro. La deficiencia de ácidos grasos omega-3, vitaminas y minerales esenciales altera el equilibrio químico del cerebro, fomentando la aparición de trastornos depresivos.
La obesidad, es un ejemplo claro de una enfermedad de la modernidad. La relación entre la obesidad y la depresión es bidireccional: las personas obesas tienen un mayor riesgo de desarrollar depresión y viceversa. La inflamación crónica asociada parece ser un factor clave en esta relación4 .
Sedentarismo, falta de luz natural y privación de sueño
La inactividad física y el sedentarismo son otros culpables relacionados. Los trabajos modernos y el ocio, a menudo implican largas horas de estar sentado, lo que lleva a una serie de problemas de salud, incluida la depresión. ²
La evidencia acumulada es muy clara: la falta de actividad física, está vinculada a una mayor prevalencia de trastornos mentales. La actividad física regular no solo mejora la salud física, sino que también reduce los síntomas depresivos y previene la recurrencia de la depresión 5. La actividad regular libera endorfinas, nuestros antidepresivos naturales.
Falta de luz solar y de sueño de calidad
La exposición insuficiente a la luz solar y los patrones de sueño desregulados son características de la vida moderna y contribuyen a la depresión. La privación de sueño, tan común, contribuye a la disfunción circadiana y está asociada con un mayor riesgo de depresión 6.
La luz solar es crucial para la producción de vitamina D y la regulación de los ritmos circadianos, ambos vitales para la salud mental.7 La deficiencia de vitamina D se ha asociado con la depresión, y otros trastornos del estado de ánimo.
Además, la extensión artificial de las horas de luz diurna y el uso constante de dispositivos electrónicos interrumpen nuestros patrones naturales de sueño, que son cruciales para la salud mental 8.
Soledad y aislamiento
Los factores sociales también juegan un papel crucial. La ruptura de las estructuras comunitarias, el aumento de la competencia social y la presión para cumplir con los estándares sociales contribuyen a una sensación generalizada de aislamiento e insuficiencia. Este entorno social tóxico, marcado por la desigualdad y el apoyo social disminuido, crea un terreno fértil para que los problemas de salud mental florezcan ².
Sobre este tema hemos ido hablando en Dinámica Mente:
La Epidemia Silenciosa: Desentrañando la Soledad en el Siglo XXI
El Precio Oculto de la Conectividad: Smartphones y Soledad
Implicaciones y Reflexiones Finales
El aumento de problemas de salud mental exige reevaluar nuestras prioridades y comprometernos a crear entornos donde la mente y el cuerpo prosperen.
Comprender estas dinámicas ofrece vías para la intervención y mejora. Cambiar nuestras rutinas según la evidencia, por ejemplo, añadiendo actividad física, higiene del sueño, y dietas más saludables, tendrá beneficios duales, tanto para la salud física como mental.
Ya hemos reflexionado sobre temas como la soledad. Fomentar la conexión social contrarresta el aislamiento y fortalece las redes de apoyo, protegiendo nuestra salud mental.
El mundo moderno presenta desafíos únicos para nuestra salud mental, pero también ofrece oportunidades sin precedentes para la conciencia y el cambio. La investigación y la evidencia acumulada nos permiten abordar mejor estos problemas y allanar el camino hacia un futuro donde el progreso no amenace nuestro bienestar.
El verdadero progreso no debe medirse solo por el crecimiento económico o el avance tecnológico, sino por la salud y el bienestar de las personas.
Teniendo en cuenta la última encuesta, este artículo es la piedra angular de una serie de ediciones sobre cómo fortalecer nuestra salud y optimizar la mente. En Dinámica Mente, reconsideraremos nuestras prioridades y hábitos, basándonos en la evidencia científica para revertir la tendencia negativa.
Te invito a unirte a estas conversaciones, compartir tus pensamientos y explorar maneras de fortalecernos psicológicamente.
Continuamos la próxima semana, un abrazo,
Hugo
Organización Mundial de la Salud
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