Por qué Te Cuesta Tanto Desconectar y Relajarte (y Qué Hacer al Respecto)
Sobre el agotamiento mental en la era de la sobrecarga de estímulos y cómo aprender a reconectar con nosotros mismos
Hoy en Dinámica Mente:
La sed de estímulos y la fatiga emocional
Atrapados en el ciclo de la economía de la distracción
Desconectados de nuestra esencia
Reflexiones para una vida más conectada
⏳ Tiempo estimado: 6 min.
Te has pasado meses soñando con esto: la escapada perfecta.
Al fin llegas a ese lugar con el que fantaseabas en la oficina, donde el único ruido debería ser el romper de las olas. Te sientas en la arena, el sol te calienta la piel y todo parece indicar que por fin podrás relajarte. Pero algo no encaja.
Te encuentras revisando el móvil, escaneando tus correos, esperando un mensaje… cualquier cosa que te mantenga conectado al mundo del que intentabas escapar. El paisaje y el mar están ahí, pero algo te empuja compulsivamente a revisar el móvil, la necesidad incontrolable de comprobar si te has perdido algún whatsapp, de subir stories al Instagram...
El silencio se vuelve incómodo, y en lugar de disfrutar el momento, sientes que necesitas “hacer algo”.
¿Por qué es tan difícil simplemente estar presente?
La sed de estímulos y la fatiga emocional
Lamentablemente, vivimos en una sociedad diseñada para no permitirnos descansar. Lo que antes era un privilegio—desconectar—se está convirtiendo en una habilidad perdida.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, nos habla de una era de la hiperestimulación, constantemente bombardeados por información que no elegimos, que se cuela en nuestra conciencia sin pedir permiso. ¿El resultado? Nos hemos acostumbrado tanto a la actividad constante que, al quitarla, sentimos un vacío que no sabemos cómo llenar.
En vez de paz, encontramos una necesidad de llenarnos de ruido. Sin embargo, perdemos espacio para procesar lo que realmente nos importa, para reconectar con nosotros mismos o con nuestros seres queridos.
Esa necesidad de estar “haciendo algo” nos empuja a abrir el móvil una y otra vez, incluso cuando estamos en el lugar perfecto para no hacer nada. Estos ciclos de estímulos continuos nos lleva a un estado de fatiga emocional que es difícil de sacudir.
Y todo esto puede pasar incluso de vacaciones, cuando lo único que deberíamos hacer es desconectar realmente.
Atrapados en el ciclo de la economía de la distracción
¿No te sorprende que, en medio de la tranquilidad de tus vacaciones, sigas sintiendo que debes hacer algo en el smartphone?
La atención se ha convertido en el recurso más valioso. Desde la publicidad, las publicaciones, los pop-ups de las notificaciones en las redes sociales: todo está diseñado para capturar nuestra mente. No es accidental.
La distracción se ha industrializado y, con ello, vamos perdiendo la capacidad de enfocarnos en una sola cosa. Esta economía de la distracción afecta a nuestra vida personal, nuestras relaciones, y nuestra propia percepción de la realidad.
Nos han enseñado a temer el aburrimiento, a huir del silencio, y esto tiene consecuencias para nuestra vida interna. Es fundamental reeducar a la mente, dejar que lo presente simplemente fluya. Si no, ni en el lugar más idílico hallaremos paz mental.
Desconectados de nuestra esencia
Queremos descansar, pero nos enfrentamos a un silencio que no sabemos cómo habitar.
Muchas personas viven en un estado de disociación; su mente se activa o se apaga flotando su atención entre estímulos. Este fenómeno se agrava en una sociedad saturada de estímulos: nuestra atención es constantemente secuestrada hacia nuevas demandas, dejando poco espacio para integrar experiencias y emociones de manera profunda.
El psicoanalista Philip Bromberg sugiere que, bajo situaciones de estrés sostenido y sobrecarga emocional, nuestra identidad puede fragmentarse en partes, cada una respondiendo de forma distinta a las demandas externas.
La fragmentación del yo se manifiesta cuando, en lugar de disfrutar del momento presente, sentimos la necesidad urgente de volver a conectarnos con cualquier cosa que nos mantenga ocupados.
Esa incapacidad para sostener la atención en una sola experiencia, revela que la disociación es tanto un síntoma de la sobrecarga, como una defensa contra ella. Nos hemos vuelto expertos en evitar el vacío, en huir de la introspección, y esta fragmentación nos impide estar conectados cono nosotros mismos, y disfrutar de la quietud que buscamos en la vida.
Reflexiones para una vida más conectada
Desconectar implica conectar con uno mismo, realmente. Entonces, ¿cómo volvemos a sentirnos completos, presentes?
Para cultivar la capacidad de sostener la atención, primero debemos aprender a tolerar la incomodidad que puede surgir cuando nos enfrentamos a la quietud, a la necesidad de estar observando algo sin distracciones. Nuestro problema actual es que la mente cada vez más busca huir de la falta de estímulo o novedad, pero el primer paso es permitirnos simplemente “estar” y enfocarnos, sin escapar.
La meditación, aunque puede sonar abstracto o complicado, es una herramienta muy potente y sencilla para entrenar la mente a estar enfocada en el presente. Nos enseña a observar, sin apresurarnos a cambiar lo que sentimos, a estar en el ahora sin la presión de hacer algo más. Pero no hace falta complicarse, la atención plena puede practicarse en lo cotidiano: escuchar sonidos a nuestro alrededor, sentir texturas con nuestros sentidos, observar detalles sin distracción… conectar con los sentidos nos ancla al presente.
Podemos buenos retomar aquellos hábitos que nos invitan a ralentizar. Un buen libro, por ejemplo, te sumerge en una narrativa continua donde la atención se despliega sin esfuerzo. Ponerte los auriculares y dejarte envolver por música que te gusta, prestando atención a los instrumentos, nota tras nota. O conversar, sin interrupciones, socializando conscientemente, sin la tentación de mirar el móvil.
Finalmente, se trata de darnos permiso para hacer nada. Permitirse momentos de silencio y quietud, sin la presión de ser productivos, es un acto de resistencia frente a la cultura de la distracción y la hiperproductividad. En ese espacio vacío, es donde realmente comenzamos a reconectar con lo que somos, sin interferencias.
El camino para reconectar con nosotros mismos no está en hacer más, sino en aprender a “estar”, a permitirnos sentir sin la urgencia de escapar hacia la próxima distracción.
Bromberg, P. M. (2014). Standing in the spaces: Essays on clinical process trauma and dissociation. Routledge.
Han, B.-C. (2021). La sociedad del cansancio (2a edición) (A. S. Arregi, Trans.). Herder & Herder.
En un mundo en constante cambio, necesitamos puntos de referencia donde nutrir el crecimiento y potenciar la resiliencia. Dinámica Mente es un espacio terapéutico para quienes buscan comprender y enfrentar los retos emocionales de la vida actual. Un puerto seguro, construido con palabras, con el que busco cultivar un bienestar emocional más sólido, adaptado a las complejidades del siglo XXI.
Seguimos explorando nuestra mente la próxima semana. Hasta entonces, te invito a que realices la recomendación que me dio un monje budista: bastan solo 3 minutos al día, haz el intento consciente de “simplemente estar”, por ejemplo, observando la percepción de uno de tus sentidos, o bien tu respiración.
Nos leemos pronto.
Me encantó, sin dudas vivimos en una era rodeados de estímulos constantes, un aspecto para poder re pensarnos, ya que vivir a este ritmo sin dudas nos conduce a vivir ansiosos o llenos de estrés!
Para olvidar todas las distracciones mentales tienes que vaciar tu mente y conectarte con tu cuerpo a través de la respiración y de la energía que mueve tus órganos y tus sentidos, observando como lo mental se une a la físico y a lo emocional, a través de los sentidos, gracias, muy interesante