Prisioneros Del Placer: Dopamina, Craving y Lucha Contra el Malestar
Entiende cómo la búsqueda de regulación emocional a través del sistema dopaminérgico, puede generar dependencia, atrapándonos en ciclos de placer y malestar.
☕ Buenos días, te acompaño este lunes comenzando la semana; la edición de hoy me llevó un poco más de lo esperado. Espero que la disfrutes.
En Dinámica Mente, hoy aprenderás sobre:
Dopamina: Más allá del placer
‘Querer’ vs. ‘Gustar’
La búsqueda de la regulación emocional
Más allá de necesidades básicas: conductas compensatorias de estados psicológicos
Algunos ejemplos cotidianos más de compensación emocional
Mi reflexión final
⏳ Tiempo de lectura: 11’ min.
Hay algo profundamente contradictorio en nuestra naturaleza: sabemos que ciertas cosas nos perjudican, pero seguimos haciéndolas. Revisar compulsivamente el teléfono; gastar dinero en compras que no necesitamos; comer vorazmente comida basura sin apetito; fumar o beber alcohol sin control.
¿Por qué continuamos haciendo lo que nos daña? No es una cuestión irracional ni por falta de fuerza de voluntad. Algo nos mueve desde lo más profundo para calmar estados psicológicos incómodos. Detrás de cada comportamiento compulsivo hay un sistema en marcha, una maquinaria cerebral diseñada para buscar lo que reduce el malestar o que inyecta algo de placer cuando todo parece plano.
Soluciones rápidas alivian temporalmente el desconsuelo y la angustia. El precio por sostener destellos de calma, emociones placenteras, o la desconexión del dolor… , es ser prisioneros de los parches que ahondan el problema. En esa paradoja, placer y destrucción suelen caminar de la mano.
Dopamina: Más allá del placer
Buscar placer y evitar el dolor. Este es el diseño de la mente que Freud planteó en su Principio de Placer hace más de un siglo: la tendencia de la psique a buscar la satisfacción de deseos y a huir del dolor. Fue una propuesta controvertida que intentaba explicar la motivación profunda tras los impulsos humanos. Hoy, la neurociencia confirma y amplía la idea.
El cerebro tiene un diseño biológico que respalda la búsqueda constante de bienestar: el sistema dopaminérgico. Últimamente se simplifica la dopamina al calificarla como "el químico del placer"; esto no es correcto del todo. En realidad, es un neurotransmisor clave en múltiples procesos del cerebro más allá del placer: regula funciones como el movimiento, el aprendizaje, la memoria o la planificación y toma de decisiones.1
Esta fama proviene de las vías dopaminérgicas, un conjunto de estructuras que más que el placer, activan la motivación. Desencadena un estado de urgencia y deseo intenso—craving en inglés—, que anticipa e impulsa a buscar la recompensa. Un impulso urgente, a veces incontrolable, que empuja a actuar para calmar la necesidad percibida.
‘Querer’ vs. ‘Gustar’
La dopamina está ligada principalmente al querer (wanting) —la búsqueda y el impulso—, no siempre al gustar (liking) o la satisfacción.2 De ahí que, a menudo, sintamos un deseo intenso de actuar, pero no necesariamente encontramos el disfrute pleno.
Sin duda, el diseño perfecto para asegurar la supervivencia: las conductas esenciales como comer, aparearnos, vincularnos o protegernos generan una liberación de dopamina, que produce placer o euforia, lo que hace esas acciones gratificantes. El aprendizaje se refuerza porque se asocia a una recompensa, asegurando su repetición en situaciones similares.
Por eso… continuamos repitiendo, buscando el premio.

La búsqueda de la regulación emocional
El cerebro humano no distingue entre estímulos naturales y los que explotan este sistema de manera artificial o compulsiva. No solo se activa con lo que nos hace sentir bien, o con un estado placentero. También responde a aquello que regula nuestro estado emocional:
Si el sistema nervioso está hiperactivado: si nos sentimos angustiados, nerviosos, ansiosos, asustados, se buscan experiencias que desactiven esa sobrecarga emocional, como comer compulsivamente, consumir alcohol o buscar un orgasmo.
Si estamos apáticos o con sentimientos de vacío: cuando es percibido como displacentero, necesitamos algo que nos "encienda", como situaciones estimulantes, tener sexo, o realizar actividades de riesgo.
El problema surge cuando estas conductas, diseñadas para ser temporales, se convierten en un medio de regulación emocional, desactivando nuestra capacidad para gestionar lo que sentimos de manera saludable.
Aquí te dejo una guía sobre la regulación emocional ⬇️
Una Guía para Navegar Emociones Intensas: Estrategias de Regulación Emocional
En esta edición de Dinámica Mente de hoy, aprenderás sobre:
Más allá de necesidades básicas: conductas compensatorias de estados psicológicos
No solo buscamos cubrir sus necesidades biológicas —comida, sexo, seguridad—, también buscamos de forma inconsciente, reexperimentar ciertos estados emocionales placenteros o, en su defecto, neutralizar los displacenteros. Estas conductas de regulación compensan el estado emocional de base:
Cuando buscamos “desactivar” nuestras emociones:
En estados de ansiedad o estrés intenso, muchas conductas compensatorias están orientadas a bajar la intensidad emocional, como si quisiéramos "apagar" el sistema nervioso. Ejemplos de esto son:
Consumo de sustancias depresoras del SNC —benzodiacepinas, barbitúricos, alcohol, opiáceos—actúan como tranquilizates externos que "desconectan" al cerebro de su estado emocional incómodo. Son la mayor trampa adictiva para nuestro cerebro.
Los atracones de comida calman la ansiedad, además algunos nutrientes como los carbohidratos y la sensación física de saciedad actúan como un sedante temporal.
El orgasmo en la masturbación o el sexo, se busca impulsivamente para lograr el efecto de relajación que le sigue.
Cuando buscamos “excitar” nuestras emociones:
En estados de tristeza, vacío, aburrimiento o desconexión emocional, el objetivo no es calmar, sino activar, sentir algo que rompa el letargo interno. Ejemplos:
Dependencia hacia actividades estimulantes, desde juegos de azar, apps de citas, gaming, hasta conductas de riesgo —deportes extremos, conducir temerariamente—: producen un "subidón" dopaminérgico que compensa la falta de emoción interna.
Conductas de sexualización excesiva, como buscar seducir y tener encuentros sexuales casuales, o el uso de la pornografía no siempre son impulsadas por el deseo sexual, sino por la necesidad de sentir excitación —y validación en el primer caso—.
En la bulimia, el ciclo atracón-purga, el acto de comer compulsivamente genera una sobreexcitación, seguido de un alivio temporal durante la purga.
Algunos ejemplos cotidianos más de compensación emocional
Tras un día estresante, muchas personas se refugian en la comida. No tienen hambre, pero el simple acto de llevarse a la boca y tragar algo placentero, alivia el peso emocional acumulado.
Las redes sociales y apps de citas ofrecen dosis de dopamina a través de cada notificación, vídeos constantes, "likes",… y también sirven como una herramienta para escapar del vacío o la soledad. La desconexión emocional sigue ahí después de pasar horas muertas, a menudo más intensa.
En relaciones conflictivas, el sexo a menudo actúa como un “pegamento” emocional. Puede ser apasionado e intenso, pero está más relacionado con la búsqueda de reaseguración y la necesidad de equilibrar el malestar, que con un deseo genuino de intimidad.
Las compras compulsivas, en zonas comerciales o por internet, producen una gratificación que desaparece pronto, dejándonos con la misma sensación de insatisfacción.
Todas parecen “soluciones rápidas” ante el malestar emocional. Ofrecen alivio temporal, pero rara vez resuelven la causa subyacente. Lo que ocurre en el cerebro es un círculo vicioso:
Una emoción intensa (estrés, tristeza, soledad) activa el sistema dopaminérgico.
Realizamos una conducta que libera dopamina para aliviar esa emoción.
El cerebro refuerza la asociación entre la emoción y la conducta (comer, revisar el teléfono, consumir alcohol, etc.).
La emoción regresa, más fuerte, y buscamos la misma conducta, perpetuando el ciclo.
A largo plazo, estas estrategias perpetúan el malestar, produciendo lo que conocemos como dependencia psicológica y la adicción, desregulando el sistema dopaminérgico, y afectando nuestra capacidad para disfrutar de estímulos normales. Esto se debe a que su activación repetida, puede desensibilizar la capacidad del cerebro de estimularse frente a recompensas naturales.
Mi reflexión final
La dopamina no te conduce al placer pleno, sino que enciende el impulso de buscar, de ansiar, de ir tras algo que rara vez calma tus verdaderas necesidades. Tal vez reconozcas esa sensación de vacío que persiste después de una compra innecesaria, un atracón, o una sesión sin fin de capítulos de una serie. Es como si, tras cada intento, la mente te susurrara: “¿otra más?”.
Pero ese malestar emocional—la ansiedad, la soledad, el cansancio emocional, nerviosismo, miedo, etc.— no es más que una llamada de atención que te invita a mirar dentro de ti. Cuando lo tapas con estímulos constantes, solo lo pospones, y en ese aplazamiento de lo importante, la desregulación permanece y crece el peligro de generar un ciclo vicioso de dependencia.
Como psicólogo, veo cómo muchos pacientes llegan a consulta, habiendo creado comportamientos perjudiciales, compulsivos o adicciones, como un intento fallido de superar algo. En la mayoría de estos casos, en realidad es un síntoma más, la punta del iceberg en la superficie: hay algo subyacente que necesita ser reconocido y transformado en terapia.
Detente un segundo y observa tus patrones. Pregúntate:
“¿Qué estoy intentando apaciguar? ¿Por qué busco algo que me distraiga?”
Las emociones incómodas, por fuertes que sean, también te hablan de lo que en realidad necesitas: contacto humano genuino, un propósito que te motive, cerrar un duelo, dificultades que necesitan solución... No hay soluciones mágicas de la noche a la mañana, sin embargo, sí puedes aprender a regular tus estados emocionales mientras te permites sostener emociones difíciles.
Si sientes que te supera, recuerda que un profesional en salud mental puede ayudarte a desentrañar tus patrones, a encontrar nuevas estrategias para afrontar la incomodidad y llevar una vida más plena. No dudes en contactarme si lo necesitas, demos juntos el primer paso.
Gracias por formar parte de este espacio de encuentro y crecimiento. Nos leemos en la próxima edición de Dinámica Mente.
Un afectuoso saludo,
Hugo
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Rosenzweig, M. R. (2004). Psicologia fisiologica (2 Ed.). McGraw-Hill Interamericana.
Berridge, K. C., Robinson, T. E., & Aldridge, J. W. (2009). Dissecting components of reward: “liking”, “wanting”, and learning. Current Opinion in Pharmacology, 9(1), 65–73. https://doi.org/10.1016/j.coph.2008.12.014