Cicatrices Invisibles: Sanando las Heridas del Trauma Relacional
Exploramos el impacto de la desatención de las necesidades básicas emocionales en la infancia, y la huella que las fallas en el apego dejan en la edad adulta.
☕ Buenos días, hoy en Dinámica Mente aprenderás:
El trauma relacional: necesidades psicológicas sin adecuada atención
Cinco necesidades psicológicas básicas
¿Cómo puede manifestarse el trauma relacional en la adultez?
La huella de la desconexión y el rechazo: el impacto de las fallas en el apego
Reflexión final: integrar, conectar, transformar
⏳ Tiempo de lectura: 11’ min.
“Trauma” es una palabra que evoca pesadillas: accidentes, abusos, vidas sen riesgo, pérdidas irreparables... Al igual que en las películas de terror, hay espectros que evitamos mirar, de los que queremos escapar, por la invasión emocional que nos paraliza y aterra.
Pero el trauma no siempre grita tan alto; a veces susurra, es sutil. No siempre deja cicatrices tan visibles, pero sí un eco que resuena en nuestros pensamientos, decisiones y relaciones. Y aquello que no enfrentamos, nos persigue: en forma de patrones abocados a la soledad, de relaciones que no florecen, de la desconexión que se siente incluso rodeados de gente...
Al contrario de lo que muchos imaginan, no todos los traumas se originan en eventos catastróficos. Existen experiencias acumuladas en vivencias repetidas a lo largo de los años en el mismo entorno, conocidas como trauma relacional. Un legado emocional que no siempre somos conscientes de cargar, como una capa invisible que se filtra en las percepciones y comportamientos, dirigiendo nuestras vidas sin que nos demos cuenta.
El trauma relacional: necesidades psicológicas sin adecuada atención
El trauma relacional temprano se produce cuando las necesidades emocionales esenciales para el desarrollo psicológico de un niño, no son satisfechas de manera consistente ni adecuada dentro de su entorno, especialmente por parte de sus figuras de apego —padres, cuidadores, abuelos, etc.—.
No aparece tras un evento devastador que no consigue asimilarse, sino dentro de vivencias carenciales y patrones repetidos de desatención, negligencia u otras dinámicas dañinas, que condicionan profundamente el desarrollo emocional.
También conocido como trauma acumulativo, o de “T minúscula”, y a diferencia de los traumas agudos, son episodios menos intensos pero más persistentes y sostenidos en el tiempo, ya que se dan en las vivencias con las figuras cuidadoras o entorno cercano. Puede surgir tanto por:
omisión: cuando falta algo que debería estar; como la validación, afecto, límites o estabilidad emocional.
comisión: presencia de actos y dinámicas disfuncionales como abuso, crítica constante, o rechazo.
Esas necesidades no se refieren solo a cuidados físicos, sino a experiencias psicológicas esenciales para el desarrollo psicológico sano y normal de un individuo.
Cinco necesidades psicológicas básicas
Apego seguro: Necesidad de vínculos donde sentirse seguro, protegido, aceptado y emocionalmente regulado.
Autonomía e identidad: Espacio para desarrollar independencia, confianza y autenticidad.
Expresión emocional: Libertad para expresar emociones y necesidades sin temor al rechazo o la invalidación.
Espontaneidad y juego: Capacidad de explorar la realidad, y disfrutar del juego, la creatividad y la conexión, sin bloqueos.
Límites realistas: Presencia de estructuras consistentes que aporten seguridad y orientación.
El niño se adaptará al entorno, sintonice o no con sus necesidades, asimilando la cualidad y calidad de los vínculos disponibles. Este procesamiento psicológico es el germen de los esquemas internos —o modelos operativos internos—, en forma de creencias profundas y patrones. Estos son precursores de la personalidad, la autoimagen, el estilo relacional y la capacidad de regulación emocional en la adultez.
¿Cómo puede manifestarse el trauma relacional en la adultez?
Miedo al abandono y dificultad para confiar en los demás.
Baja autoestima y sensación de insuficiencia.
Sensibilidad al rechazo
Aislamiento emocional o desconexión para evitar el dolor.
Dificultad para crear o sostener relaciones funcionales
Repetición de patrones en relaciones disfuncionales.
Hipervigilancia emocional y dificultad para regular emociones.
Estallidos emocionales desproporcionados.
Sensación de vacío y soledad crónica.
Falta de límites saludables y complacencia excesiva.
Episodios de disociación o de pérdida de contacto con la realidad.
La huella de la desconexión y el rechazo: el impacto de las fallas en el apego.
En esta artículo quiero profundizar en los esquemas de trauma relacional, relacionados con las fallas en los sistemas de apego y de regulación emocional temprana.
Los niños dependen de los adultos para regular sus emociones y proporcionarles un entorno seguro. Cuando los cuidadores no cumplen este rol, el sistema nervioso del niño queda desregulado. Como hemos visto las últimas semanas, las estrategias de afrontamiento y defensas se activan para adaptarnos y regular nuestras propias emociones ante la angustia.
Cuando las necesidades emocionales de apego seguro, no son atendidas de manera consistente —sentirnos seguros, protegidos, queridos— o existen experiencias de desconexión en el vínculo o rechazo sostenido, generan una percepción de que las necesidades de vínculo y aceptación no serán satisfechas.
Los esquemas que nacen en las fallas en el apego reflejan esas experiencias emocionales no resueltas, autoperpetuándose por creencias fuertemente arraigadas que sesgan y afectan a la percepción uno mismo, de la realidad y de las relaciones. Son responsables de mantener patrones disfuncionales que perpetúan ciclos de desconexión, rechazo o abandono. En la vida adulta se reflejan en dificultades para establecer relaciones íntimas, hipersensibilidad al rechazo, miedo al abandono, y respuestas desproporcionadas en situaciones emocionales.
A continuación describo tipos de esquemas internos y ejemplos de cuando las necesidades básicas de apego no fueron atendidas adecuadamente:
1. Abandono: “Todos me dejarán tarde o temprano”
Ana, tras el divorcio de sus padres, prácticamente perdió el contacto con su padre. Su madre trabajaba mucho, y cuando compartían momentos, oscilaba entre estar cariñosa y distante con ella. Sin entender por qué, Ana sentía que tenía algo de culpa en lo ocurrido, y que no querían estar con ella. De adulta, siente una ansiedad constante en sus relaciones, interpretando cualquier desencuentro como un signo de posible separación. Sus intentos por evitar el abandono la llevan a comportarse de manera controladora, generando muchos conflictos.
Este esquema nace en entornos donde el cuidado en la crianza fue inestable, imprevisible o emocionalmente inconsistentes, y con presencia de pérdidas y ausencias.
Cómo se manifiesta:
Miedo crónico a perder a las personas importantes.
Conductas controladoras o dependientes para evitar el abandono.
O bien, evitación total de relaciones para no revivir el dolor.
2. Desconfianza/Abuso: “No puedo confiar en nadie”
Pedro creció en un hogar con un padre displicente, que lo despreciaba y ridiculizaba frente a los demás. Ahora, evita mostrarse vulnerable en sus relaciones; aunque anhela más conexión, teme que los demás usen sus debilidades y vulnerabilidades en su contra.
Este esquema se desarrolla en relaciones donde hubo abuso físico, emocional o negligencia, enseñando al niño que los demás son una fuente de peligro. Se caracteriza por la creencia persistente de que será maltratado de alguna forma.
Cómo se manifiesta:
Hipervigilancia constante.
Dificultad para confiar en los demás o abrirse emocionalmente (incluso evitación total de relaciones íntimas)
Relaciones donde se repite el abuso como víctima o perpetrador.
3. Privación emocional: “Nadie estará ahí para mí”
Clara siempre sintió que no podía contar con nadie. Sus padres estaban presentes físicamente, pero emocionalmente eran fríos e inaccesibles. Ahora, evita hablar de sus emociones, le genera angustia, y está convencida de que nadie podrá comprenderla. Aunque tiene amigas, se siente sola aún en compañía, y le cuesta sentirse conectada con los demás.
Se origina en hogares donde las necesidades de afecto, cariño, empatía, protección y/o orientación emocional no fueron atendidas.
Cómo se manifiesta:
Sensación de vacío y soledad crónica.
Dificultad para expresar necesidades emocionales.
Relaciones distantes o insatisfactorias.
4. Imperfección/Inadecuación: “Hay algo mal en mí”
Alejandro fue constantemente evaluado y comparado con sus hermanos mayores, más exitosos respecto a las expectativas de la familia: creció sin validación, sintiendo que nada de lo que hacía era suficiente. Hoy, tiene problemas de autoestima, luchando continuamente contra su propia autocrítica, y evitando cualquier situación que lo exponga a la crítica, como las presentaciones en el trabajo.
Este esquema surge en contextos donde hubo críticas constantes, rechazo, abuso o una falta de aceptación incondicional.
Cómo se manifiesta:
Vergüenza profunda y temor al rechazo.
Evitación de relaciones cercanas por miedo a estar expuestos.
Autoexigencia constante como forma de compensar profunda inseguridad.
5. Aislamiento social: “No encajo en ningún lugar”
Hagne siempre se sintió diferente en la escuela debido a su origen migrante. Ahora, como adulta, evita reuniones sociales y le cuesta hacer amigos, sintiéndose incómoda incluso en entornos donde es bienvenida.
Este esquema se desarrolla en familias socialmente aisladas o fuera de lo normativo, donde el niño se sintió diferente al resto, sin sentido de pertenencia, diferente al convencionalismo social o cultural.
Cómo se manifiesta:
Sensación de alienación y desconexión.
Evitación de grupos sociales por miedo al rechazo.
Dificultad para formar vínculos cercanos.
Reflexión final: integrar, conectar, transformar
El trauma relacional, más allá de las huellas que deja en la mente y cuerpo, puede afectar profundamente nuestra capacidad de amar, confiar y sentirnos seguros en el mundo. Pero no es una sentencia de por vida. El ser humano tiene la capacidad para sanar y transformar, para liberar aquello que quedó atrapado y reescribir historias de dolor en narrativas de resiliencia y crecimiento.
El trauma que emerge en el vínculo solo puede sanarse dentro de otro. Es a través de relaciones seguras donde estas heridas comienzan a repararse. Revisar cómo nos relacionamos con los demás y aprender a construir vínculos seguros—ya sea con un terapeuta o con alguien significativo—nos permite explorar emociones, miedos y vacíos que quedaron congelados en el pasado. Es en ese espacio de conexión donde las emociones que no pudieron ser expresadas encuentran su voz, y donde lo que faltó puede comenzar a integrarse.
Sanar no es un acto inmediato, sino un proceso progresivo. Con cada paso hacia la comprensión de nuestras emociones, aprendemos a reconectar —primero— con nosotros mismos y luego con los demás. Porque lo que parece una herida inamovible puede transformarse en una raíz que te fortalezca; y lo que parecía desconexión puede convertirse en una nueva forma de pertenecer y vivir plenamente.
📚 Bibliografía
Herman, Judith (2004) Trauma y recuperación. Espasa
Levine, P. A. (2008). Healing trauma: A pioneering program for restoring the wisdom of your body. Sounds True.
Young, J. E. (2015). Terapia de esquemas. Desclée De Brouwer.
Dinámica Mente es un espacio terapéutico para quienes buscan comprender su mente y enfrentar los retos emocionales de la vida desde la psicología. Un puerto seguro, construido con palabras, con el que busco cultivar un bienestar emocional más sólido y resiliente, adaptado a las complejidades de nuestra época.
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Gracias por formar parte de este espacio de encuentro y crecimiento. Nos leemos en la próxima edición de Dinámica Mente.
Un afectuoso saludo,
Enhorabuena por este artículo. Está muy bien elaborado y explicado, es la primera vez que he leído sobre este tipo de creencias profundas y cómo influyen. Me ha ayudado a dar sentido a ciertas cosas, da qué pensar sobre el impacto que puede tener cambiar ese trauma relacional.
¿Crees que es posible sanar heridas sin hacer terapia psicológica?