El Deseo nos Mueve: Ego, Poder y Agresividad en el Sexo (II)♦️♦️
El placer en el sexo desafía lo convencional: es deseo de control, entrega, validación, cosificación, transgresión… ¿Por dónde nos conduce el impulso erótico?
En Dinámica Mente, hoy aprenderás sobre:
4. Agresividad en el sexo, placer en la intensidad
5. Dominación y sometimiento: las dinámicas del poder en el deseo
6. El sexo como reflejo del narcisismo: deseo, poder y validación
⏳ Tiempo de lectura: 12’ min.
Si acabas de llegar, no te pierdas la primera parte ⬇️
Sexualidad: del impulso biológico a la experiencia subjetiva
Las tres piezas del deseo: sexo, amor y apego en la atracción
El sexo como espejo: Cómo el deseo sexual se articula con nuestras motivaciones
1. Sexo como regulador emocional y fisiológico
2. Sexo y apego: la necesidad de vínculo
3. El sexo como espacio de juego y exploración
El deseo sexual es más que atracción, es un mapa de nuestra historia relacional. Buscamos placer, pero también poder, fusión, reafirmación. Cada relación es un juego de tensiones: golpear o ser golpeado, dominar o someterse, seducir o ser seducido. En ese cruce, el deseo puede volverse un campo de batalla.
Ya exploramos el deseo como un espacio de “refugio” o la exploración; ahora vamos a lo opuesto: el deseo como conquista, como desafío, como territorio de lucha.
¿Dónde termina el deseo y dónde comienza la lucha por el control, la afirmación del ego o la búsqueda de poder?
4. Agresividad en el sexo, placer en la intensidad
La frontera entre deseo y agresión es más delgada de lo que creemos…
La excitación sexual y la agresividad comparten rutas neuronales en el cerebro.1 Ambas encienden el sistema nervioso simpático y respuestas hormonales, elevando la adrenalina y la testosterona, acelerando el pulso, tensando los músculos. Lo que en otro contexto, sería una pelea o agresión, aquí es un juego erótico excitante : un forcejeo, un azote, una bofetada, un mordisco...
A nivel inconsciente, la tensión psicológica busca una descarga. La energía contenida —por rabia, frustración, estrés, deseo acumulado, etc.— encuentra salida en la intensidad del encuentro. Cuanto más tensión, más urgente el alivio, convirtiendo el dominio, la lucha o el dolor en caminos hacia el goce.
Cuando la agresividad se erotiza
La conexión entre deseo y agresividad responde a múltiples dinámicas internas:
Agresividad erotizada.2 Para algunos, el deseo nunca fue suave. Desde su primera piel, aprendieron que la intensidad es su lenguaje del placer. El contacto intenso o violento, pudo haberse codificado en la mente como excitación: un empujón contra la pared, una mano sujetando la muñeca, una embestida que no da tregua. Esto puede haber sido asimilado en la experiencia, la cultura, o vínculos pasados, a partir de vivencias reprimidas. En los casos en los que se vivió violencia —simbólica o real—, en la sexualidad se transforma en goce aceptable.
Descarga de agresividad reprimida. Para quienes reprimen o niegan su propia agresividad, el sexo puede ser el único espacio donde soltarla sin culpa.
El placer encontrado en la resistencia. Lo prohibido, inaccesible, o no asegurado activa el sistema de recompensa: si algo no está completamente disponible, se vuelve más deseable.
Cuando la agresividad es ritualizada, compartida y consensuada, se convierte en un juego erótico donde esa intensidad amplifica el placer.
Pero cuando se usa para controlar, humillar o imponer, se cruza la línea de la violencia y el abuso —hablamos del sadismo—. La diferencia entre un deseo intenso y uno destructivo está en el consentimiento.
🔹 Sonia nunca sentía atracción por los hombres que la trataban con dulzura. Le excitaba lo que la desafiaba: el roce brusco, las palabras vulgares, la tensión de un fuerza que imponía su presencia. No podía evitarlo. Lo suave le aburría, como si el deseo solo cobrara vida en la fricción de fuerzas opuestas.
5. Dominación y sometimiento: las dinámicas del poder en el deseo
El sexo es un escenario donde diferentes roles entran en escena. No son improvisados, cada uno trae consigo un guion escrito desde la infancia, en las miradas que nos moldearon, en las experiencias dentro de los vínculos.
Existe toda una lógica inconsciente de cómo aprendimos a vincularnos. En cada relación jugamos roles opuestos: dominar/someterse, cuidar/ser cuidado, guiar/ser guiado, poseer/ser poseído. Como un baile, estas dinámicas —más o menos asimétricas—, definen la danza de cada relación.
¿Por qué se entrelazan con el sexo? Porque aprendemos y codificamos ciertos roles como deseables, nos identificamos con ciertas figuras.
Hay quienes necesitan dirigir el baile, y quienes encuentran placer en rendirse. El deseo de dominar o de someterse, se esculpe en la historia de cada uno: quien aprendió que el amor se obtiene obedeciendo, puede excitarse sometiéndose; quien creció imponiéndose, puede desear dominar. Y a su vez, también puede haber placer en el cambio de los roles experimentados.
Diferentes formas en que el poder se entrelaza con el deseo:
Dominar como reafirmación de identidad. Más allá del cuerpo, se busca la sensación de control sobre el deseo y cuerpo del otro. La sumisión ajena se vuelve un espejo de su poder: “Si me obedece, si me da lo que quiero, entonces existo, entonces importo.” Personas que han padecido abuso pueden reproducir inconscientemente en el sexo la misma dinámica.
Sometimiento como estilo relacional. Si en la infancia el amor dependió de la obediencia, someterse en las relaciones se vuelve una estrategia para evitar inconscientemente el rechazo, el abandono, o una reacción asustadora del Otro. En el sexo, la entrega total, busca confirmar que la persona se queda, que no hay amenaza de pérdida, fusionarse con la figura de poder. "Si cedo, si no contradigo, si me amoldo a los deseos del otro, evitaré su enojo, su abandono, su desinterés." Un eco de esa infancia en la que el amor y la validación dependieron de no desafiar, de no imponer, de no ser un problema.
Subygación como liberación. Para quien el autocontrol es ley, el placer está en ceder. La rendición es un descanso de la propia identidad o personalidad rigida, un instante de desposesión donde la responsabilidad se diluye en el placer.
El placer de la asimetría. No es lo mismo un encuentro entre iguales que un juego donde uno manda y otro obedece. La desigualdad de poder enciende el deseo porque amplifica la diferencia, crea tensión.
La psicoanalista relacional Jessica Benjamin, en The Bonds of Love, analiza de forma magnífica cómo la dominación y la sumisión son formas de relación basadas en la estructura del deseo infantil y las experiencias con las figuras apego.3
🔹 Marina se definía como una mujer fuerte y autosuficiente. Sin embargo, en la cama, se excitaba con la sumisión, con ser dominada de formas que le creaban un conflicto interno. Detestaba el machismo, se sentía confusa, sentía rabia hacia su padre por haber sido tan despota con ella; pero en la cama, cuando la sometían, su cuerpo ardía.
6. El sexo como reflejo del narcisismo: deseo, poder y validación
Hace un tiempo exploramos en Todos somos narcisistas el narcisismo, no como patología, sino una motivación humana innata, que nos impulsa a sentirnos reconocidos, valorados, apreciados, e incluso admirados.
Todos necesitamos —en mayor o menor medida— sostener la autoestima, ser dignos de validación y admiración. El narcisismo opera en la personalidad como un continuo: a mayor fragilidad interna, mayor falta de empatía, más intensa es la necesidad de admiración y la tendencia a convertir al otro en un medio para sostener la propia imagen.
En el ámbito sexual, las relaciones sexuales pueden ser utilizadas para reafirmar la grandiosidad o evitar la fragilidad de la autoestima.4 Cuando la sexualidad se entrelaza con la necesidad de validación, el Otro puede convertirse en un reflejo del propio vacío.
El narcisismo puede expresarse en dos dinámicas principales5:
El Otro como posesión narcisista. El compañero íntimo es visto como un trofeo. El atractivo, inteligencia, estatus o influencia del conquistado no son apreciados en sí mismos, sino en la medida que elevan la autoimagen. Un persona que elige a su pareja por su belleza como símbolo de prestigio, o que solo se interesa personas con estatus, responden a esta lógica. Para el conquistador, — reflejado en arquetipos como el Don Juan, o la femme fatal—el placer no está en el contacto, sino en la conquista.
El Otro como objeto de la actividad narcisista. En este caso, la autoestima se apoya en el despliegue de comportamientos que tiene codificados como vías de verse superior o triunfador. La pareja se convierte en un instrumento de sus necesidades de seducir, dominar, de ser deseado, ser visto como un buen amante… No desea al Otro, sino la sensación de ser admirado o imprescindible. Se adapta, se moldea, se transforma en la fantasía perfecta. Aquí aparecen perfiles como el amante impecable, el seductor incansable o quien basa su identidad en su capacidad de satisfacer al otro. Personas con rasgos narcisistas pueden ser buenos en la cama por esta codificación:"Si me desean, si me persiguen, entonces valgo".
🔹 Manuel buscaba validación con cada "match" en Tinder, una prueba de su atractivo: cada conquista una medalla en su ego. Se miraba al espejo en cada cita, mirando su cuerpo marcado por el gimnasio, sonreía buscando su mejor ángulo. No importaba quién estuviera al otro lado de la cama: lo relevante era el reflejo de deseo en sus ojos. Mientras lo desearan o admiraran, él se sentía completo.
Cierre
El deseo sexual y el placer, son parte de un idioma cifrado que se inscribe desde nuestras experiencias más tempranas: el amor que recibimos, las heridas que no cerraron, las formas en que aprendimos a ser valiosos o a temer el abandono. Todo lo que nos marcó desde la infancia hasta ser adultos —fantasías, deseos, gestos, caricias, omisiones, tabúes— resuena en la piel del Otro.
Tanto a nivel sexual como relacional, cuando estas asimetrías dejan de ser un juego y se vuelven rígidas, o cuando son una repetición ciega de conductas que generan conflicto psicológico e interpersonal, es un claro síntoma de un patrón inconsciente.
La cuestión no es lo que nos excita, lo interesante es comprender qué buscamos resolver o expresar a través del deseo: el sexo es un campo de representación de nuestras dinámicas internas. En los rincones más oscuros, en los impulsos que no compartimos, en las fantasías que no decimos en voz alta, arde la verdad que no enfrentamos, pero vivimos con intensidad en la cama.
Gracias por formar parte de este espacio de encuentro y exploración de la mente humana. Continuamos en la próxima edición de Dinámica Mente.
Un cálido saludo,
Hugo
(¿continuará?)
P.D.:📩 Una petición
Sé que el tema es un tabú y seguramente no vas a dejar un comentario, pero si quieres que siga escribiendo sobre sexualidad y psicoanálisis alguna edición más, — sadomasoquismo, las fantasías sobre lo inmoral o tabúes sociales, la intimidad emocional en el sexo, etc.— házmelo saber dándole cariño al artículo en el botón "me gusta" ❤️.
P.D.2: La próxima semana no habrá edición a tiempo, estaré de viaje.
Nos leemos a la vuelta.
DINÁMICA MENTE es una newsletter sobre psicología, un espacio terapéutico para comprender tu mente y vivir con mayor equilibrio. Un puerto seguro construido con palabras, donde cultivar un bienestar emocional más sólido y resiliente, adaptado a las necesidades de nuestra época.
Cada semana, en tu email:
🧠 Análisis para comprender tu mente y superar tus desafíos emocionales, apoyados por el conocimiento y mi experiencia clínica de más de diez años como psicólogo.
📝 Reflexiones personales, una mirada íntima a las lecciones aprendidas en mi práctica profesional y en mi vida.
👁️Un espacio para aprender y crecer juntos, libre del ruido de las redes sociales, dedicado a temas esenciales que promueven el desarrollo personal, la salud mental y las relaciones sanas.
¿Aún no formas parte? Suscríbete gratis y únete a este círculo de suscriptores, comprometidos con su crecimiento personal y salud mental.
📑 Referencias bibliográficas
Pfaus, J. G. (2009). Pathways of sexual desire. The Journal of Sexual Medicine, 6(6), 1506–1533.
Stoller, R. J. (2019). Perversion: The erotic form of hatred. Routledge. (Ed. original de 1975)
Benjamin, J. (2013). The bonds of love: Psychoanalysis, feminism, & the problem of domination. Pantheon Books.
Kernberg, O. F. (1992). Aggression in Personality Disorders and Perversions. Yale University Press.
Bleichmar, H. (1997). Avances en Psicoterapia Psicoanalítica: Los aportes del enfoque modular-transformacional. Paidós.