Te excita, pero no lo admitirías: el deseo como espejo moral
Cuando el cuerpo quiere lo que la mente no acepta: fantasías, culpa y conflicto moral sobre el deseo sexual.
Después de explorar el deseo como impulso y reflejo de nuestros sistemas motivacionales, en esta edición abordo algo más incómodo: aquellas fantasías sexuales que no encajan con nuestros valores, que excitan y avergüenzan a la vez, y nos enfrentan con el juicio implacable de nuestra propia conciencia.
Los ejemplos presentados están basados en experiencias clínicas reales, adaptadas con fines educativos y reflexivos. Los datos son modificados para salvaguardar la privacidad y proteger la confidencialidad, sin alterar la coherencia ni el sentido clínico.
El deseo como teatro psíquico
Cuando el Yo no reconoce el papel que interpreta
El deseo como intento de resolver algo interno
Sadismo y masoquismo: dominio, dolor y sumisión como formas de escenificar heridas emocionales.
Reflexión final
⏳ Tiempo de lectura: 9’ min.
¿Por qué algo que nace dentro de la propia mente, nos puede avergonzar?
Ana vino a terapia por ansiedad y agotamiento. Tenía una vida funcional, pareja estable, trabajo estable, todo en su sitio. Pero ella se sentía cada vez más desconectada. Durante semanas hablamos de límites, de su deseo apagado, de su autoexigencia.
Pero un día, con la mirada clavada al suelo, intentando contener el escándalo interno, soltó:
—A veces me excita imaginar que tengo sexo con varios hombres a la vez.
Cada tanto, en su cabeza se colaba esa imagen: ella en medio de una habitación, rodeada de varios hombres… No era una escena agresiva, ni de sumisión, era otra cosa. Ella era el centro, deseada, buscada, mirada. Como si su cuerpo fuera una especie de campo magnético que provocaba una respuesta instintiva.
—No lo haría jamás, me aterrorizaría verme en una situación así, descontrolada. Pero a veces esa imagen está ahí… después me siento fatal, sucia, loca. ¿Es normal esto?
En su caso, no se trataba de promiscuidad. Se trataba de ser mirada y deseada, elegida con urgencia animal. En esa escena mental, ella no actuaba, era el centro de todo.
Lo que Ana no sabía —ni la mayoría tampoco— es que el deseo rara vez habla literalmente.
El deseo como teatro psíquico
Toda fantasía sexual es una escena. Un teatro interior, donde el cuerpo actúa un guion que la mente no siempre comprende.
En la antigua Grecia, los teatros al aire libre permitían a miles de personas observar tragedias humanas representadas por actores enmascarados. El actor ya no era él mismo: era Edipo encarando el dilema entre su destino y la culpa; era Medea, devorada por una pasión destructiva; era Dionisio, en pleno éxtasis.
Estas máscaras amplificaban la voz, pero también borraban el rostro real para encarnar un arquetipo: un conflicto humano representado en una persona, buscando liberar emociones contenidas del público, al ver representados sus propios dolores —la catarsis—.
Algo similar ocurre con el deseo. Desde la perspectiva psicodinámica, muchas fantasías sexuales no son un reflejo de lo que queremos hacer, sino una escenificación simbólica de conflictos internos no resueltos.
La mente inconsciente, no procesa en palabras, sino en símbolos que se “dramatizan” corporalmente. El deseo puede llevarnos a representar papeles que el yo rechaza: la víctima, el invasor, el sumiso, el impasible, el objeto. Estas escenas no surgen al azar. En cada fantasía actúan —a veces en conflicto— nuestros sistemas motivacionales: el apego, la sexualidad, la necesidad de validación, el poder, la agresión, etc. Cada uno con su propio lenguaje, su urgencia y su lógica.
Una fantasía sexual es el escenario donde estas fuerzas —a menudo contradictorias— se enfrentan, se compensan, se confunden.
Si no los leíste, no te pierdas los dos artículos sobre psicología dinámica del deseo y la sexualidad ⬇️
El Deseo nos Mueve: Ego, Poder y Agresividad en el Sexo (II)
El Deseo nos Mueve: Sexo, Amor y los Laberintos del Placer (I)
Cuando el Yo no reconoce el papel que interpreta
Pedro es padre de dos hijos, una pareja estable y una vida ordenada. Es calmado, educado, muy contenido, viene a terapia por problemas en casa; se siente desconectado, apagado con su mujer, quien discute mucho con él.
Con las sesiones, brota un secreto que lo asfixia. Consume porno violento a escondidas: humillación, sometimiento, ensañamiento . Después se angustia, borra el rastro en el ordenador, se promete no volver.—Si mi mujer me pillara viendo eso… no lo soportaría, me destruiría. ¿Qué clase de persona soy? No entiendo por qué me gusta eso.
No es machista, ni violento, ni abusador: lo repudia visceralmente. Lo arrastra una compulsión y es lo que más le asusta, perder el control y que sea algo que le defina. Y detrás, una culpa que proviene de su juez interno, que le dicta que debe ser correcto, respetuoso, cuidador. Le excita una brutalidad que choca frontalmente con su identidad moral.
Desde la mirada psicodinámica, estos conflictos son comunes: cuando lo que deseamos no encaja con la imagen que tenemos de nosotros mismos, empieza el rechazo interno.
La culpa aparece cuando creemos haber hecho algo malo. La vergüenza, cuando sentimos que somos algo malo e inadecuado. Estas emociones aparecen porque ciertos deseos o fantasías, aunque no sean dañinas, pueden hacer sentir como alguien que no queremos ser, al no encajar con nuestra autoimagen ideal.
No hay juicio por lo que se hace, sino porque lo que aparece en la mente va en contra de valores, creencias e ideales absorbidos en el entorno familiar y cultural desde pequeños.
El deseo como intento de resolver algo interno
No todas las fantasías buscan cumplirse. Muchas solo intentan ordenar lo que no pudo resolverse a tiempo.
Desde la clínica psicodinámica, sabemos que muchas fantasías son intentos simbólicos de reorganizar emociones y experiencias complejas, que no encontraron lugar en la conciencia. A veces no quieren cumplirse; quieren pensarse, representarse, ordenarse en la mente.
Jean Laplanche describía el deseo como mensajes enigmáticos: experiencias, afectos, gestos, silencios o palabras cargadas de un sentido sexual o sensual que el niño no comprende, pero que quedan grabados sin poder pensarse.
Veamos los dos ejemplos
Reparar un narcisismo herido como en el caso de Ana: fantasea con ser deseada por varios hombres. No desea sexo grupal, pero esas imágenes le otorgan una imagen de sí misma como alguien atractiva, valiosa, visible. En el fondo, está reescribiendo una escena de exclusión afectiva que arrastra desde la adolescencia, de forma que tiene poder sobre el deseo ajeno, en su fantasía.
Expresar agresividad no permitida como Pedro: En su caso había una historia marcada por represión emocional y rigidez moral, con una madre controladora y una pareja con rasgos autoritarios. La agresividad, siempre había sido reprimida. En su deseo no hay malevolencia, es una forma de liberar agresividad y placer reprimidos, impulsos que había aprendido a esconder en su vida cotidiana.
Sadomasoquismo: dominio, dolor y sumisión como formas de escenificar heridas emocionales.
El deseo puede tomar formas extremas cuando no se ha podido procesar un daño psicológico. No es una perversión, hay una lógica emocional que lo sostiene, una necesidad emocional no resuelta que encuentra en el cuerpo su único escenario posible.
Robert Stoller, en su trabajo sobre la perversión como forma erótica del odio, exploró cómo la violencia y el erotismo pueden entrelazarse cuando hay conflictos emocionales profundos que no lograron resolverse.

🔸 El sadismo, no siempre nace del placer por el sufrimiento ajeno. En algunas personas es una forma de afirmarse cuando se sienten frágiles, invisibles. Dominar al Otro, tomar el control, genera una sensación de poder que en su infancia nunca tuvieron o envidiaron. En algunos casos, se repite un abuso vivido, pero esta vez desde el lado del poderoso.
🔸 El masoquismo por su parte, no es simplemente placer en el dolor. A veces, la persona se somete para calmar o compensar un profundo sentimiento de culpabilidad. El sufrimiento actúa como redención, como si el castigo lo aliviara. En otras ocasiones, es una forma paradójica de control: el que se deja dominar, en realidad, está guiando al otro. Le permite el rol, lo sostiene, lo provoca. Desde “abajo”, organiza la escena.
A veces el deseo sexual se mezcla con escenas de dominio, dolor o humillación. Y aunque resulte difícil de entender desde fuera, estas fantasías no son una perversión sin sentido.
No todo lo que excita quiere realizarse. Ni todo lo que incomoda debe reprimirse.
A veces, el deseo no busca cumplirse, sino simplemente expresarse. Ponerse en escena. Representar algo callado durante años.
Como un mito griego, cada fantasía tiene una lógica simbólica que no siempre habla de placer, sino de heridas relacionales, identidades fragmentadas, o conflictos sin resolver. Lo importante no es si eso que imaginamos está bien o mal, sino qué intenta comunicar. Qué parte nuestra busca entenderse, redimirse o afirmarse.
No hay deseo puro ni impuro. El deseo puede ser “teatro”, síntoma o defensa.
Pero también es una puerta de acceso a uno mismo si sabemos mirarlo sin juicio, sin miedo, ni vergüenza.
Un abrazo,
Hugo
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📑 Referencias bibliográficas
Laplanche, J. (1987). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. Amorrortu
Stoller, R. J. (2019). Perversion: The erotic form of hatred. Routledge. (Ed. original de 1975)
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Y que hay de aquellas personas que sienten ese deseo o atracción por los niños?
En un evento de negocios digitales, de manera casual sacaron a alguien del publico a que hablase de su negocio. Curiosamente, y para sorpresa de todos, salió una chica hablando sobre su proyecto de psicología enfocado a abusadores infantiles.
Dijo una serie de cosas que me impactaron, del estilo que no eran monstruos y que no tenían culpa de sentir lo que sentían. Me ha venido a la cabeza con tu email y me llama la curiosidad saber que puede haber al otro lado de esas personas.
Por otro lado, no se hasta que punto realmente no queremos que esas fantasías ocurran. Es decir, ¿si supiésemos que nosotros, y las otras personas, estamos a salvo, sin riesgo real, sino que es un juego con adultos responsables, y somos libres de hacerlas...¿No las haríamos? ¿No las disfrutaríamos? No estoy yo tan segura. Pero entiendo lo que dices de que habla de nuestros aspectos internos a trabajar y seguramente una vez resueltos ese deseo desaparecería.
Hola Adri, te respondí por privado, pero aquí aún no. Gracias por traer este tema con esa apertura. Me parece valioso poder hablar de esto sin llevarse las manos a la cabeza, ni banalizar.
La distinción central —y complicada— está entre el desear y actuar. El deseo no se elige, pero sí se elige qué hacer con él. En el ámbito clínico, hay personas que sienten atracción por menores y sufren profundamente por ello; no lo han elegido y no desean llevarlo al acto. Abrir un espacio para comprender qué hay detrás de ese deseo —historia de trauma, fijaciones tempranas, mecanismos defensivos— no implica ni justificar ni normalizar, pero sí dar una oportunidad a que se elabore psíquicamente y elimine la posibilidad de que se actúe de ningún modo.
El mayor riesgo, paradójicamente, es la represión, la vergüenza en silencio, y la expulsión absoluta del discurso: ahí es donde se pierde la posibilidad de intervención prevención. El ejemplo de Pedro, en el texto, podría ser comparable. Obviamente, dejamos fuera de esta posibilidad los casos de depredadores sexuales y perfiles psicopáticos.
Respecto a lo que planteas sobre las fantasías: sí, hay un terreno en el que se exploran límites internos, a veces desde lugares oscuros, y si hay consentimiento mutuo, no necesariamente es problemático. En estos casos del post, hablo de algo que se expresa y que sí produce conflicto o sufrimiento, en cada ejemplo. Y es imprescindible recordar que hay deseos peligrosos, de estructuras de poder que permiten conductas de abuso, violencia, autodestructivas, o exposición a vulnerabilidad, que no deberían ser consentidas, por el riesgo hacia la integridad física o mental que suponen . Desde luego, el juego de la fantasía adulta, no puede trasladarse a una escena con niños sin que se anule la integridad de estos.
Te agradezco otra vez por tu comentario, este tipo de intercambios hacen posible navegar en lla complejidad de lo humano. Un cálido abrazo.